Los ochenta fueron años de creatividad y brillo, pero no a todos les sentó igual la sobredosis de imaginación. El fallecimiento del fundador de adidas Adi Dassler y, más tarde, el de su hijo Horst, sumados a las disputas familiares y los cambios de propietario minaron la capacidad de adidas, que intentaba seguir la tendencia de los gadgets inútiles y los colores flúor que marcaban la época.
En Europa, adidas mantenía su relación con los grandes nombres del deporte, sin embargo en Estados Unidos, que era el principal mercado, el aura casi mitológica de las tres franjas y su naturaleza creativa parecían difuminarse. Y, aunque en el pequeño pueblo alemán de Herzogenaurach, donde se creó la marca, estaban rodeados de referencias al espíritu original de la marca, no conseguían llegar hasta él.